Nada empieza por la mitad, nada viene con las instrucciones. Todo puede complicarse, todo puede ponerse cuesta arriba.
Un mar de turbulencias, olas de emociones empujan la orilla hacia la tierra, que poco a poco se asusta de la insistencia acuosa. Llora, corre, se esfuma, reclama su espacio entre movimientos torpes y entre anhelos recortados.
No ríen las gaviotas, el agua que las alimenta esconde partículas letales para su natural belleza. Los peces son de cada vez más escasos y sus entrañas saben a crudo vapor aceitoso. Las rocas, antes refugios tranquilos, visten brillantes poco naturales. Trozos y desechos que vienen de la tierra y vuelven al mar.
Ni unos ni otros saben por donde empezar, aman lo que tienen, y odian como lo tienen. El amor con odio, el odio sin perdón, el rencor sin contemplaciones y siguen pasando las estaciones. Cuando deciden alejarse de sus arcaicas vidas, lloran lágrimas espesas con olor a gasóleo.
Un mar de turbulencias, olas de emociones empujan la orilla hacia la tierra, que poco a poco se asusta de la insistencia acuosa. Llora, corre, se esfuma, reclama su espacio entre movimientos torpes y entre anhelos recortados.
No ríen las gaviotas, el agua que las alimenta esconde partículas letales para su natural belleza. Los peces son de cada vez más escasos y sus entrañas saben a crudo vapor aceitoso. Las rocas, antes refugios tranquilos, visten brillantes poco naturales. Trozos y desechos que vienen de la tierra y vuelven al mar.
Ni unos ni otros saben por donde empezar, aman lo que tienen, y odian como lo tienen. El amor con odio, el odio sin perdón, el rencor sin contemplaciones y siguen pasando las estaciones. Cuando deciden alejarse de sus arcaicas vidas, lloran lágrimas espesas con olor a gasóleo.